domingo, 6 de julio de 2014

La voz de la vida

-Tienes que hacerlo.

-No, déjame en paz, no haré nada de lo que tú me digas.

-Sabes que no tienes otra opción, no puedes dejar que me maten.

-¿Por qué no?, ellos dicen que eres el culpable de que haga el mal, de que haya destrozado la vida a toda esa gente.

-No es cierto, es completamente lo contrario, si no fuera por mi habría sido mucho peor. Creen que matándome recobraras el sentido de la realidad, pero no saben que yo soy lo único que te ancla a ella.

Acuclillado en una esquina empezó a negar con la cabeza drásticamente y se tapó los oídos intentando no oír su voz, pero de nada servía.

De repente una figura alta vestida con una bata blanca abrió la celda donde se encontraba.

-Paciente número 0001, trastorno de identidad disociativo, sujeto para las pruebas experimentales con electrodos- leyó.

Acto seguido entraron dos hombres también con vestimentas blancas que le levantaron y le sacaron de la sala a empujones.

Mientras andaba con las manos esposadas esa voz seguía sonando en su cabeza, muecas de dolor se reflejaban en su rostro a cada paso.

-Detente. Cuéntales la verdad.

-¿Qué verdad?

Los acompañantes le miraron con un gesto de infinita repugnancia.

-Lo que pasará cuando me maten.

-Que por fin seré libre de tu yugo, que por fin seré yo mismo- dijo con cara de suficiencia.

-He ahí el verdadero problema.

Le tumbaron en una camilla rodeado de aparatos médicos y artilugios altamente sofisticados. Le colocaron unos electrodos en la cabeza y, ambos, se dispusieron para el final, para una nueva vida.

La descarga comenzó a recorrerle el cerebro y, poco a poco, fue extendiéndose por el resto de su organismo. Su cuerpo, con los ojos cerrados, estaba tendido en la cama, frágil y, aparentemente, sin vida. Las luces se apagaron de improviso.

El silencio se apoderó de la habitación, el viento soplaba entre la sombras y se empezaron a oír golpes, uno tras otro, hasta que cesaron. La luz volvió tan rápido como se había ido, pero el paisaje que ahora se contemplaba era muy distinto, un paisaje bañado en la sangre de los médicos que hace unos instantes permanecían de pie frente al paciente. Era una visión atroz, miembros amputados, las caras de los ya difuntos reflejaban un absoluto pánico, aunque ni siquiera les hubiera dado tiempo de gritar, algunos yacían sin lengua, a otro le habían clavado un bisturí en donde antes se encontraban los ojos y, por supuesto,nuestro amigo ya no se encontraba en aquella sala; la sala… donde le arrebataron su humanidad.


0 comentarios:

Publicar un comentario

 

La leyenda extinta Copyright © 2010 | Designed by: Compartidisimo