Se
escapan las palabras, trastabillando por el teclado. Los dedos no logran
alcanzarlas, y cuando parece que una frase comienza a coger sentido y una
imagen bella aparece en el papel, los puntos deciden ponerse en huelga y las
comas montar una manifestación, las vocales cogen un día de asuntos propios y
las consonantes montan una acampada. Finalmente el microrrelato queda desarmado
por completo, y no da ni para escribir un monosílabo de tres letras con las que
finalizarlo. Aunque por otra parte, como tampoco hay cómo empezarlo, no es un
gran problema.
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miércoles, 4 de junio de 2014
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