domingo, 8 de junio de 2014

Volviendo a mis raices

Como la inspiración me está siendo esquiva estos días, he decidido ofreceros, a vosotros, lectores, un pedacito de mi alma, algo muy importante para mi. Os quiero mostrar, en mis dos próximas publicaciones, los primeros relatos que escribí hace ya cinco años.
Los copiaré tal y como los escribí por aquel entonces para que no pierdan nada de su esencia, así que no os espereis una depurada técnica literaria. Espero que os gusten.

El experimento

Se despertó en una habitación tenue. La oscuridad se apoderaba de su mente, al igual que del siniestro lugar en el que se encontraba.

Yo le observaba desde lejos, me complacía ver cómo agonizaba, cómo se retorcía en el suelo por ese insufrible dolor que le consumía, cómo su sangre se derramaba por las paredes y no podía hacer nada para evitarlo.

Se empezó a acercar a mi lentamente arrastrándose con las uñas por la superficie pulida, mientras dejaba un rastro rojizo a sus pies.

Hay que ver lo cobarde que es la mente humana cuando se trata de la supervivencia, cuando está en la línea que separa la vida de la muerte...

Cuando llegó hasta mí pensaba que iba a pedir clemencia, que cesara el dolor que le estaba matando; pero lo que hizo fue aferrarse a mi pierna para incorporarse, de tal manera que pudiera ver su rostro; esos ojos rojos bañados por la sangre, esas uñas resquebrajadas por el esfuerzo, las gotas que caían de su cabeza ocultando la blanca superficie, sentía su aliento entrecortado en mi pierna, resultaba  increible que siguiera con vida.

Solamente hizo un gesto, señaló al infinito, antes de desplomarse sobre mis pies.

Un escalofrío y un pinchazo penetrantes recorrieron mi espalda sumiéndome en una oscuridad que me empezaba a nublar la vista...

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